VIAJE CON AMIGOS
Es curioso, pero la vieja camadarería masculina, en todos sus aspectos, busca compartit y ofrecer, a muy diversos niveles. Y en tanto se busca la confraternización, también se busca lo que no puede ser de otra manera, que es compartir y poner los medios para ello, lo que al final significa un desembolso y ese dispendio implica un acuerdo y con el acuerdo salen las rencillas, se afilan los egos y por el vil metal todo se complica, cuando al final, lo urgente, era siempre permanecer unidos.
Lo que quiero decir es que en un principio a todos nos parecía buena idea viajar de Valladolid a Portugal en un autocar de alquiler a ver a nuestro equipo favorito de waterpolo, al que apoyábamos desde niños.
Al final contratamos la empresa de alquiler de autocares de Valladolid que nos interesaba y en la que todos nos pusimos de acuerdo porque era la que mejor servicios ofrecía y tenía mejor relación calidad-precio.
El autobús en cuestión tenía butacas reclinables con apoyacabezas de piel, luces individuales en cada butaca, doble monitor y todo ello en un ambiente totalmente climatizado. Mis amigos y yo, en total unas veinte personas, nos sentimos completamente a gusto en ese lugar.
El aspecto exterior del autobús era muy simpático, a la base era de un blanco luminoso pero luego estaba decorado con motivos de bolas como el del videojuego Pang.
Marchamos rumbo a Lisboa, íbamos por el camino cantando canciones chuscas con la libertad que nos ofrecía ser todo hombres, compartíamos momentos de alegría y exaltación de la amistad, podríamos haber alquilado el autobús para viajar a París, alquilar el autobús para viajar al extranjero...quiero decir a cualquier otro lugar del extranjero, pero preferimos Lisboa, no solo forzados porque el partido de waterpolo se jugara allí, también por la idiosincracia de esa gente tan amigable y generosa.
El trayecto se nos hizo muy corto de lo seguros que nos sentíamos de viajar con esa empresa de alquiler de autobuses, todo era confortable y a veces descansábamos reclinando nuestras cabezas en los reposaderos de piel y nos quedábamos profundamente dormidos, en unas pocas horas llegamos a nuestro destino y cuando bajamos del autobús nos sentíamos mejor de lo que habíamos subido. Habíamos realizado el mejor viaje de nuestra vida. Nos sentíamos felices y en paz.
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